martes, 22 de marzo de 2011

Recuerdo el instante de mi muerte.

Fue tal como lo había deseado.
La noche de verano,
los pies sobre el banco,
el cuerpo en la reposera, tomando la forma de la lona,
la boquilla apretada entre mis dedos con sus hilos de humo.
Tenía doblado bajo la nuca el brazo izquierdo
y el derecho, la columnilla rojogris hacia lo alto,
apoyado el codo en la madera.
Desde lejos, las estrellas golpeaban con sus nudillos en mis ojos.
Entonces el espacio aspiró con fuerza y contuvo el aliento.
La inmovilidad sujetó sus espasmos en la copa de los árboles,
la casa vertical fue un panal de abejas en el aire.
El poste de la luz, en cruz, cruzó los brazos.
Apareció en el cielo el sol, sin contradecir, amable, la lenta noche,
y sonrió el creciente de la luna con un sarcasmo bondadoso.
Pensé que no era decoroso seguir con los ojos abiertos ante tanta belleza,
y bajé los párpados.
Sin impertinencia,
con suavidad,
la boquilla se desprendió de mis dedos.
Sentí el golpe seco, casi alegre, en el mosaico.


Roger Pla


lunes, 14 de marzo de 2011

Poesia para mis días grises.

Cuando encuentres
que, ausente de la gente que nos mira y nos rodea
enteramente lejos,
camino con los ojos en el suelo
por una calle azul verde cualquiera;
y digas mi nombre para acompañarme
y yo no conteste;
y busques razón valedera
para mi silencio; y o la halles,
te ruego que creas
que a veces los hombres andamos con músicas raras,
por los laberintos de alguna tristeza
por los recovecos oscuros y lentos
de la consciencia,
por sueños lejísimos-que de pronto-vuelven
a vivir con uno
a trepar por uno, como enredaderas.
A veces los hombres tenemos
recuerdos vitales, dormidos, calladas raíces
adentro del cuerpo, debajo de esta
presumida y pobre cáscara de tierra
con las que debemos conversar a solas,
dialogar ausencias.
No quieras llamarme
cuando veas
que camino
con los ojos sobre los zapatos, esquivando el tiempo,
por una calle, verde, azul, cualquiera.

                                                 Anzoategüi